CANONIZANDO LA GALAXIA: Star Wars, The High Republic: La batalla de Jedha

En este nuevo espacio vas a conocer las historias canonicas más fascinantes a través de una breve narración. Aventuras que hacen de la galaxia un espacio vivo y palpable, en aquellos libros que describen proezas y caos. Este lugar pretende incentivar la lectura, ya que es parte del UNIVERSO de STAR WARS y no sólo eso... LO ENRIQUECE



Hoy se narra: Star Wars: La Alta República: La batalla de Jedha

Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana, la Alta República brilla como un faro de esperanza en su apogeo, 382 años antes de que el cielo de Yavin se tiña de fuego. Es una era de exploración y armonía, pero también de sombras que se alargan. En la luna sagrada de Jedha, un mundo de calles polvorientas y templos antiguos, la galaxia contiene el aliento. Tras años de guerra entre Eiram y E’ronoh, los Jedi han forjado una paz frágil, sellada por el matrimonio de los herederos Xiri y Phan-tu. Pero la paz es un cristal delicado, y Jedha, con su Festival del Equilibrio, está a punto de convertirse en un campo de batalla.

La Segunda Aguja, un templo reacondicionado, se alza como un símbolo de unidad. Allí, el Maestro Jedi Creighton Sun, un hombre de mirada cansada pero firme, y la Caballero Aida Forte, una nikto de espíritu luminoso, escoltan a las delegaciones de Eiram y E’ronoh para firmar un tratado de paz. La Embajadora Cerox, con el peso de la venganza en su corazón, y el Embajador Tintak, más abierto pero cauteloso, se reúnen bajo la mirada de Morton San Tekka, mediador de familia legendaria designado por el co-canciller Orlen Mollo. Pero el aire está cargado: naves militares rugen en el cielo, un recordatorio de la "Guerra Interminable", y en las sombras, Tilson Graf, un prospector de linaje Graf, repiquetea nervioso expresando sus intenciones ocultas como un sable apagado.

Setenta y dos horas antes del caos, Creighton y Aida contemplan Jedha desde una antesala. “Nunca pensé que vería transportes militares aquí”, suspira Creighton, su voz cargada de preocupación. Aida, siempre la luz en la tormenta, responde: “La guerra proyecta una sombra alargada, pero los herederos son el futuro”. Hablan de Xiri y Phan-tu, de la reconstrucción, de cómo las redes de comunicación fallan tras años de destrucción. Morton San Tekka, no los cancilleres, mediará en la firma, una decisión del Canciller Mollo para mantener la neutralidad. Pero fuera, el rumor de la ciudad crece, y un eco lejano de gritos presagia problemas.

En una lanzadera descendiendo a Jedha, Silandra Sho, Maestra Jedi de escudo brillante y alma peregrina, conoce a Tilson Graf. Las turbulencias rugen por una tormenta de arena golpeando el casco, y los motores estallan. “¡Nos vamos a estrellar!”, grita Tilson, pero Silandra, serena como un lago en Batuu, extiende su mano y la Fuerza estabiliza la nave. Aterrizan entre aplausos, y Silandra se reúne con Mesook, su viejo amigo Guardián de los Whills, y Selik, su compañero zabrak. “¿Dónde está Rooper?”, pregunta Mesook. “Meditando en Batuu”, responde ella, pero su paz se quiebra pronto.

La Convocatoria de la Fuerza está organizando el Festival del Equilibrio, pero no todos los grupos están contentos con la presencia de los Jedi o la conferencia de paz. En una holoconferencia, Gella Nattai, una Caballero Jedi, en ese momento Buscadora de Caminos, advierte a Creighton y Aida sobre posibles facciones que buscan sabotear la paz, recordando un intento previo frustrado por Axel Greylark y los Ferrol, una familia conservadora de E'rono, entonces, el holocrón se oscurece cuando la conferencia a penas comienza.

Nuevamente en la Segunda Aguja, Tilson inicia los preparativos para la ceremonia, pero una piedra rompe una ventana. “¡Es una revuelta!”, exclama Aida. Civiles irrumpen, motos speeder atraviesan cristales, y una ballesta resuena. Mesook entra, desesperado: “No los contendremos sin una masacre”. Creighton ordena proteger a los embajadores, pero el caos engulle Jedha. En las calles, Silandra encuentra a Marda Ro, Guía del Camino de la Mano Abierta, y a la Madre, Elder del culto, enfrentándose a alborotadores. Con su escudo zumbante, Silandra los dispersa, pero un cadáver con un corte de sable láser la inquieta. “¿Qué ha pasado aquí?”, pregunta, recelosa. Marda, firme, responde: “Debemos irnos”. La Madre la despide con gratitud, pero Silandra siente un vacío extraño, un eco en la Fuerza.

Los disturbios escalan a una batalla abierta en las calles de Jedha, con civiles, soldados de Eiram y E'ronoh, y facciones locales enfrentándose. Los Jedi, incluidos Creighton, Aida y Silandra, intentan proteger a los civiles y contener la violencia . El Heraldo del Camino enardece a la multitud con propaganda anti-Jedi, mientras los wargaranos unas bestias traidas para el Festival del Equilibrio siembran terror al escapar, y una criatura invisible mata, reduciendo cuerpos a cascarones. Silandra la persigue, pero algo bloquea su conexión con la Fuerza: “Un vacío horrible”, murmura después.

Keth Cerapath, un humilde adjunto de la Iglesia de la Fuerza es asesinado por un disparo blaster al guía a civiles a la Cúpula de la Salvación con su droide P3-7A. “¡Que la Fuerza nos libere!”, grita antes de ser abatido, su sacrificio es un faro en la oscuridad. Creighton y Aida luchan en la plaza, enfrentando droides de seguridad de Eiram, desplegados por Cerox. “¡Dejen las armas!”, ruge Creighton, y algunos obedecen, pero la paz se desmorona.

Tilson Graf desaparece en el tumulto, y las sospechas caen sobre él. Los droides, fabricados por los Graf, apuntan a un sabotaje. Cerox, en la nave de mando eirami, grita con fuerza: “¡Al infierno los herederos! Esto no termina hasta vengar a Eiram”. Tintak, más mesurado, se retira con menos furia. Las tropas pacificadoras de la República aterrizan en la plaza mayor, y Silandra se reúne con Creighton y Aida. “Mesook no sobrevivió”, dice Creighton, sombrío. “Que la Fuerza lo ampare”, susurra Silandra, su voz rota. Ella revela lo de la criatura y sus dudas sobre el Camino: “Hay algo extraño en la Madre y Marda Ro”. Creighton promete informar al Consejo.

En el Templo del Kyber, Silandra entrega el cuerpo de Keth Cerapath, adjunto de la Iglesia de la Fuerza, un jóven de gran corazón, al Prefecto Saous. “Todos dejamos una huella”, le dice él, y ella asiente, conmovida. Luego, en el bar Iluminación, comparte su historia con Piralli, Moona y Kradon: “Todo empieza con un joven adjunto que soñaba con aventuras…”.

En Coruscant, Creighton y Aida reflexionan. “Cerox quería venganza, no paz”, dice Creighton. “Graf la ayudó con los droides”. Aida, optimista, insiste: “Intentarlo vale más que rendirse”. El Consejo envía Jedi a Eiram y E’ronoh, y ellos parten a Dalna tras el Camino, donde Silandra intuye respuestas sobre la criatura y los planes oscuros de la Madre.


Espero que les guste y pronto estaré narrando una nueva historia... Si te gusta no olvides de dejar un comentario y compartirlo. Abrazos galácticos... Aquí tu buena amiga Mara Wars

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