FANFIC: Memorias de un secuestro: La niña de los cabellos de lava

En este momento quiero compartir el primer fanfic que hice para la Antología de la Biblioteca del Templo Jedi. Después de esa primera incursión en el fanfic, seguí escribiendo otras historias que pronto conocerás. 

Si te gusta escribir solo hazlo, no lo intentes, que seguro harás de la galaxia un lugar repleto de historia. 

Espero que te guste, abrazos Galácticos. 


Hoy les vengo a contar como comenzó la historia sobre la niña de los cabellos de lava. Quien desde su anonimato de sombras impartió justicia para el Imperio. Fue la voz del ser más poderoso de la galaxia por ese entonces. Criada para matar, derrocar, robar, investigar, llevar sigilosamente la condena a los culpables. Endurecida como el beskar por quienes la entrenaron. Una agente del caos si es necesario. La muerte tenía color violeta cuando ella tocaba la puerta. La justa, la implacable y temible Mano del Emperador. Así comienza…

Por el imperio y la oscuridad 

Estaba abrumada, asustada como nunca antes y no podía dejar de llorar. Sentía entremezclarse las gotas saladas de sus ojos, con sangre, su captor había sido duro con la niña, golpeando su rostro y cuerpo un par de veces para hacerla callar. Pero, por más que lo intentara, la pequeña pelirroja sentía tantas sensaciones que le era imposible contenerse. Lloraba con dolor, no entendía la situación, a demás sus pequeñas manos intentaban protegerse del próximo embate, mientras sentía como su nariz se teñía de pequeñas gotas rojas.

Ese día fue oscuro, desolador y un quiebre en su tenue seguridad conseguida al haber escapado un par de veces del Imperio. Pero, eso terminó, acababa de experimentar el susto de su vida, su madre la única persona que había estado con ella en su corta existencia, sufrió las consecuencias de la búsqueda del emperador, cualquiera que tuviera algo o alguién necesario para sus planes debía ser eliminado. 

- No llores niña tonta, deja de llorar de esa manera. Replicó el cathar sin vacilar.  

Volvió a dar un golpe certero con su puño derecho en el estómago y casi se quedó sin aliento, cayendo al piso. Observó cómo los ojos verdes de su presa se ocultaban bajo todas esas lágrimas. Sus cabellos de fuego estaban todos enmarañados y su cara tenía huellas, las que él mismo había creado. Con el último golpe entendió que era hora de resistir, no llorar y callarse. Las lágrimas no la había ayudado hasta ese entonces.

 - Eres débil, aunque la fuerza te habita, puedo sentirlo,- comentó con desdén. - La debilidad te matará, la debilidad hará que nunca avances. No eres digna para la iniciación. Pero mi señor me ordenó encontrarte, traerte ante él. Puede que sienta que serás igual a las demás, aquellas que he traído al buscarte, las que no complacieron a mi amo y murieron en el intento. Mi gran señor es sabio y confía en que tú eres la indicada, la esperada para sus propósitos. 

Ella ni siquiera le prestó atención. Seguía absorta en sus pensamientos y en su dolor, su sangre había cesado.

 - Redgon exclamó,- continúa llorando y verás que puedo ser más cruel.

El cathar era alto, fornido, su cara era pálida, tenía cicatrices de peleas anteriores, una muy profunda alrededor de su ojo izquierdo y en él un intenso negro que reflejaba su alma. Su voz era poderosamente grave e infundía aún más miedo en la niña. Estaba vestido de túnicas oscuras, debajo ropa extraña del mismo tono que apenas se veía bajo esa enorme y sucia túnica, tenía unas botas grandes que podrían provocar lesiones dolorosas. Su cara estaba cubierta con una especie de máscara de tela negra, la cual permitía ver sus ojos llenos de rabia, desprecio por ella, por todo lo que representaba. Portaba sólo una extraña daga metálica con marco negro, sin adornos visibles, simple, pero afilada como un sable de luz.

La niña sintió, de alguna manera que él estaba siendo sincero, con sus manos secó sus lágrimas y las contuvo. Entonces se sentó, lo observó en silencio. Él se encontraba en la cabina de mando de la nave, estaba sólo, la luz era tenue, pero podía ver algunos detalles, varías luces titilaban, había pantallas. En un momento el comunicador se activó y el hombre le indicaba a la persona del otro lado que había cumplido con lo encomendado, obviamente sin testigos. 

- El emperador estará complacido, dijo Sly Moore, con voz muy firme. - Quiere que se la lleves personalmente, ya sabe dónde ir. No demores más de lo acordado.- Por el imperio y la oscuridad. 

- Por el imperio y la oscuridad.

Volteo a verla, la niña estaba sentada con la mirada perdida en su rostro. No tenía lágrimas en sus ojos. Respiraba con tranquilidad, como si estuviera en un trance. Pero por dentro, podía presentir cuan temerosa se sentía, el remolino interno estaba siendo contenido. Eso lo sorprendió, quizás su señor no estaba tan equivocado, quizás por fin habían encontrado la mano del emperador , alguien que desde las sombras operará para traer orden a la galaxia.

 - Así está mejor,- dijo el captor.- Si vuelvo a tener que voltear a verte, porque siento tú asquerosa presencia en la nave de mi señor, juró que está vez te haré sufrir como nunca antes.- Como nunca antes, con todo lo que había sufrido hoy, esas palabras no eran nada en ese instante. Quedado sin hogar, sin su madre, estaba lejos de casa y le ardía cada golpe. 

La pequeña otra vez entendió el mensaje. Tenía mucho miedo, ganas de llorar porque rondaba en su mente lo que acababa de suceder. Su madre la había sujetado fuerte y casi podía sentirla a través del calor en sus manos. Ese lazo fue cortado con brusquedad, generando un vacío indestructible. Escuchó su nombre en los labios de su madre por última vez. - "Kaysara"..


Aquí no está tu lugar

La futura mano del emperador es secuestrada para luego ser llevada con Darth Sidiuos.

- No mamá, mamá ayúdame.- Su voz se quebró con desesperación, mientras intentaba con todas sus fuerzas soltarse. 

-Deje a mi hija, no te la lleves. ¿Por qué lo haces? ¿Qué quieres? Ella no es igual que su…. 

- No perderé mi tiempo contigo, me llevaré a la niña. Acabaré con todo,- replicó mirando a su presa y luego a quien pretendía asesinar. - Sólo el fuego y el dolor purifican, consumen historias, borran pasados, permiten reescribir en una hoja en blanco y esté será tu comienzo niiña, uno nuevo, y deberás aprender a vivir con ello. Olvidar, es la mejor opción si quieres sobrevivir. Aquí no está tu lugar, sino junto al amo. Tienes el honor de su gracia, él te ha elegido. 

- Sé valiente, amor mío, estaré bien, pronto estaré contigo. Te encontraré,- replicó sentada en el suelo, estirando sus manos hacía su hija. 

El paisaje era apacible, la noche serena, las estrellas iluminaban las sombras. Solo el ruido de las voces acompañaba el sonido de la naturaleza. Gritos de terror hacían eco en el leve viento que movía la capa del captor. 

- No prometas lo que no puedes cumplir, mentirle no servirá de nada. Tú no la verás más. Ella ya no es tu hija. Ahora es propiedad del imperio. 

- El imperio me ha quitado todo, mi esposo, mi hijo y... ¿Ahora quieres llevarte lo único que tengo, mi vida.?

- Todo.- Liberó su daga y apagó una voz más con ella. Allí quedó tendida en el suelo, sin esperanza, sin vida y aquella promesa de estar juntas se esfumó cuando el arma volvió a su sitio. Entonces tomó a la niña, la colgó en su hombro como si llevara una bolsa de cereales al granero. Ella gritaba desesperadamente, se movía con intención de escapar, atinaba unos débiles golpes con sus pies sobre la espalda del monstruo en las sombras, aun así, todo parecía inútil. Abrió la escotilla de su nave, una T-2 clase Theta de color carmesí, la nave del mismísimo Emperador Palpatine y la arrojó entre sus cajas, cayó estruendosamente al piso metálico. Luego la obligó a levantarse y caminar hasta la cabina de mando, donde pasaría sus primeras horas de esta nueva vida.

Le vino a la mente la historia de su madre, aunque prácticamente no recordaba nada, algunas palabras le resonaban.. "No te acerques a seres que tapan su cara". Ella pensó, que le había fallado, porque el día anterior, mientras su madre dormía, había salido de su hogar e ido más allá de los árboles.


Criaturas en las sombras 

Gedha, la madre de Kaysara (Mara Jade), le relata una historia a su pequeña hija, para que no se aleje de ella. Corren peligro, hay rumores sobre el Imperio y su búsqueda de personas extraordinarias, capaces de poseer sensibilidad a la fuerza y la destrucción de pueblos enteros por protegerlos. La familia, ya había sufrido enormes pérdidas por culpa de huir del yugo del imperio, por eso la madre sólo quería que su niña entendiera la importancia de permanecer juntas. 


Una tarde de verano en Soka, un pequeño planeta de enormes planicies y ríos en borde exterior, Gedha y su pequeña hija se encontraban bajo los árboles de wroshyr recolectando de unos diminutos arbustos frutas mujas. El calor de la tarde era intenso, por eso ambas, bebían agua fresca, mientras la mujer hacía su trabajo, la niña permanecía a la vista. 

Pero, Kaysara era inquieta y ahora que podía caminar sin dificultad, le encantaba explorar el lugar. Corría de un lado al otro, sonriendo, se recostaba en el suave pasto de la pradera, mientras veía revolotear mariposas de luna, le encantaba mirar sus alas negras, que estaban pintadas con tenue color blanco y plateado. A veces se posaban en su nariz y dejaban un polvillo extraño y aterciopelado que se deshacía en sus manos al tocarlo. Entonces, un insecto saltarín llamó su atención tanto que decidió ponerse de pie y salir tras el.

- Ven, ven... - Decía mientras buscaba atraparlo.

Cuando Gedha, miró a su alrededor, su hija había desaparecido. Todos los temores se hicieron presentes. Su corazón se aceleró, la respiración se entrecortó, sentía pánico. Intentó levantarse y trastabilló, cayendo de nuevo al suelo para golpear con la canasta de frutas, la cual se tumbó y todo su esfuerzo rodó por la zona. Se recompuso, tenía que tranquilizarse para encontrar a sus hija. Seguramente ahora que lo pensaba debía estar cerca de ella.

Puso sus manos en el suelo y se esforzó para pararse, comenzó a gritar... 

- Kay, Kay... ¿Dónde estás hija? 

- Aquí, mamá.- Expresó la niña sin preocupación, mientras salía detrás de los árboles y corría hacía su madre. 

- Por el amor de las estrellas, ¿Por qué te alejas de mí?, ¿Que te dije tantas veces?.

La niña miró con tristeza a su madre pensando que ella la estaba regañando. Gedha se dió cuenta del gesto desconsolado de su hija y la abrazó fuerte. - No estoy enojada, Kay. Sólo te pido que permanezcas conmigo. No te alejes. Ven aquí, entremos a casa. Ayudáme a recoger las frutas y descansaremos un rato. Mientras preparo la cena, te contaré una historia. ¿Quieres?

Kaysara, solo asintió, levantó una fruta, se la llevó a la boca para luego, entrar a su hogar saltando, sentarse en un cómodo sillón y esperar a su madre. Ella no pudo evitar sonreír ante las payasadas de su hija. Terminó con su tarea a los pocos minutos, la chiquilla estaba esperando mientras lamia sus dedos gorditos y pequeños llenos del jugo de muja.

Gedha, quería retratar ese día en su memoria, estos años habían sido tan trágicos y dolorosos para ellas, que un momento como este era pura magia. Ya no tenía al amor de su vida, su niño había enfermado en esas tantas huidas y también lo había perdido, Kay era todo lo que tenía y daría su vida para cuidarla. 

Comenzó a preparar pan Haroun el cual había aprendido hacer en Mos Espa, uno de los tantos refugios provisorios. Además cocinaba Costilla de brot, con una rica guarnición de hortalizas cosechadas por ella misma. Kay permanecía aun sentada en el sillón, jugaba con una muñeca de tela. 

Le dijo nuevamente.- Nunca te alejes, mi amor, recuerda la historia de las criaturas que acechan en las sombras. "Hay oscuridad más allá de los árboles, donde los gritos de los que se pierden resuenan. Si te alejas de mí, la penumbra vendrán por ti y dejaré de oirte. 

Le relató... 

- Había una vez, una pequeña niña que vivía en el lugar más seguro de la galaxia, junto a su familia. Los años iban pasando y ellos parecían ser felices en aquel sitio, tenían todo lo que deseaban. Era hermoso y apacible, pero un día, unas criaturas monstruosas bajaron del cielo, con sus naves enormes de metal, que relucían en su imponencia. Todo el planeta, comenzó a oscurecerse, los frutos, las flores y las praderas se secaron, los ríos pasaron a ser tristes caminos quebrados. El fuego consumió los árboles, arrasó con los animales y las personas fueron atrapadas por las sombras, ya no hablaban, no reían, se habían convertido en máquinas de carne y hueso, pero sin atisbo de vida. 

La niña, veía ese reflejo detrás del la barrera cristalina de su hogar todos los día y se preguntaba qué era aquella oscuridad atemorizante. Una madrugada cuando su familia dormía, decidió hacerle caso a su curiosidad, se puso frente al muro, lo tocó y comprobó que su mano lo había cruzado, en ese instante, decidió ir más allá. Al despertar su padre la buscó para desayunar y no la vio en la cama, entonces toda la familia decidieron ir a buscarla. Cuando llegaron al límite de sus tierras, la vieron andar entre las sombras como todos los demás. Nada pudieron hacer por ella, nada. La familia permaneció en la seguridad de su hogar extrañándola.


Observó a su hija, era tan pequeña que no creía que pudiera entender la historia. Entonces solo dijo. - Hija mía, no te acerques a las personas enmascaradas, a las que tienen armas y cubren su cara. Son malas. Siempre quedate a mi lado, mira este anillo que tiene mamá, es una barrera protectora, por eso debemos estar juntas, ¿entiendes?. - Sí,- dijo de manera distraída y continuó jugando. 

Ambas, se sentaron a la mesa, para disfrutar la cena. Luego fueron a dormir, mañana sería un día más de trabajo en casa, sumado a que debía ir al pueblo en busca de algunas provisiones para luego pescar en el rió su cena. 

Al instante de acostarse en su cama y abrigarse para pasar la noche, se durmieron profundamente abrazadas, sintiéndose seguras, un día más.


Un mal sueño

La niña es llevada ante el Emperador. El mismo la recibe y reconoce que es el ser que estaba buscando. ¿Este será el inicio de una nueva vida para la niña de cabellos de lava?

"Despierta niña, despierta. Hemos llegado a tú destino. No me hagas perder el tiempo. No debemos hacer esperar al maestro. La última vez que lo hice me dejó este recuerdo,” señaló su cara y posó su dedo índice en el lugar, donde ella vio esa enorme cicatriz, de color rojizo, con pliegues de carne amontonados y una línea más profunda en el medio que iba de principio a fin de su herida. Al parecer el sí temía, se manifestaba en su mirada, esa herida era el recuerdo que avivaba sus más profundos miedos. No quería volver a probar la furia de su amo. Sólo quería acabar con esto. Dejarla ahí con él, con el ser que hacía ver a este testarudo y malvado como alguien temeroso y fácil de quebrar. 

Desorientada, nada le era conocido, no se sentía segura. Había pasado una noche terrible, el cansancio la hizo dormir breves minutos y despertar una y otra vez. El suelo estaba frío, ella se sentía sucia, dolorida y a la deriva. Cada parte de su cuerpo era como una herida abierta. Eso le hizo imposible sentirse cómoda, descansar bien, pero a la vez la mantenía alerta, despierta, aunque no pareciera estarlo, sentía que no era seguro estar a la merced de su captor. En algunos momentos parecía morir y resucitar, no entendía de dónde venía esa fuerza de voluntad. Tenía ganas de vivir, no sabía cómo sería su vida ahora, pero por algún motivo no estaba dispuesta a renunciar a ella. 

Nuevamente, sentía el gusto a sangre en su boca, aunque eso ya no importaba, la soledad era aún más dura, más cruel y más invasiva, estaba sola en la galaxia, su familia había quedado atrás. Primero su padre, quien fue acusado de traición y sentenciado a muerte, luego su hermano mayor, el cual sufrió las consecuencias de huir, de vivir en esta era y por más que su madre intentó protegerla, el implacable Imperio al final la alcanzó, las alcanzó a las dos. 

Este lugar era enorme, los edificios altos y metálicos, llenos de luces coloridas, había tanto movimiento, el ruido era intenso. Naves, lugares, personas, droides hacían de este sitio una jaula repleta de disturbios. No podía escuchar lo que le indicaba. Solo seguía sus pasos, él la empujaba, para que avanzará sin parar. Sus pies eran cortos lo que hacía más lento su andar y más impaciente parecía él. Cayó varias veces, se volvió a levantar, poniendo toda su fuerza en sus pequeñas manos. No sabía de dónde salía esa fuerza interior para no rendirse. 

Mientras intentaba complacerlo al caminar más deprisa, observó todo lo que la rodeaba no se parecía en nada a su tranquilo hogar, a su pequeña casa, a esos suaves pastizales que ella pisaba, donde alguna vez se recostó para observar las estrellas. Aquí no había estrellas, no olía a yerbas silvestres, sólo tenía un fuerte olor extraño, una combinación desagradable que ella no podía distinguir, un hedor intenso. Era una extraña y no tenía idea de porqué estaba ahí. Sólo quería que este día fuera un mal sueño.

Red le indicó esperar en una sala oscura con detalles rojos. Cruzó una enorme puerta, quedándose sola con diez guardias de armaduras carmesí, con largas lanzas. Ellos permanecieron en silencio todo el tiempo, inmóviles, como si su presencia fuera insignificante. La pequeña otra vez solo observo, no dijo nada, no lloró, aunque seguía angustiada. Pero sentía que algo la atraía, algo la hacía sentir un poco más segura. No era alguien conocido, pero ponía su mente en calma cuando se conectaban. 

El sujeto que la trajo salió de aquel lugar, no parecía lastimado, pero emanaba miedo, le indicó que entrará y sólo desapareció de su vista sin mirar atrás, como alguien que tenía en claro cumplir órdenes sin remordimientos, ni conciencia, alguien fiel a su propósito, a su amo y a lo que creía. No parpadeo, no mostró simpatía, no intentó girar su cabeza para mirarla, aunque sea con ese brutal desprecio con que la observo todo el camino hasta aquí. Comprendió así que los seres de esta galaxia podrían ser fríos, despiadados y oscuros, aun así, no tener un ápice de desasosiego.  

- "Mi niña”. -Esas palabras sonaron en su mente, tan claras y profundas. -“Estás aquí, ahora me perteneces y le perteneces al imperio. Acércate.” 

Caminó lentamente con sus pies descalzos hacía las sombras, de dónde provenía la voz. Estaba descalza desde que su captor fue por ella, se encontraba en su cálida cama a salvo de los peligros de la galaxia, su madre la despertó asustada, le indicó que era hora de huir, pero fue tarde, tarde para las dos, para estar juntas. 

-Tú serás el futuro, mi voluntad en la galaxia, la justicia por impartir, harás lo que mi aprendiz Vader no puede; ser quien cumpla mis órdenes tal como deseo. Pero antes, tendrás que dejar atrás el pasado, lo que eras ya no lo serás más, ahora eres, mi mano , ganarás tu nombre con el tiempo. Harás de la galaxia un lugar mejor, para tu emperador, me servirás lealmente. Entrenarás duro, aprenderás de los mejores y yo te enseñaré habilidades en la fuerza que tú posees y deberás descubrir. Te moldearé para que actúes y hables en mi nombre.

 Ella retrocedió, tenía miedo, pero sabía que no tenía a donde ir, ahora no. No podía correr o esconderse. El hombre estaba envuelto en sombras y su cara tenía arrugas, marcas, era pálida, sus ojos llenos de oscuridad se fijaron en el rostro de la niña y ella casi perdió el equilibrio. - 

“Acércate, ven a mí.” -Una risa escalofriante salió de su boca. - Estamos solos mi niña. -La pequeña se acercó con miedo, despacio, insegura de su decisión. -No te haré daño, sólo quiero verte y darte la bienvenida al imperio, tú nuevo hogar.

Estaban frente a frente, entonces pudo observarlo, él sujetó su rostro con sus dos arrugadas y frías manos y la observó detenidamente.

- Sí eres tú, por fin te he encontrado, la fuerza es intensa en ti. Aún no la entiendes, aún no la conoces y no sabes sobre ella. Yo, tú emperador, tú señor, te instruiré para ser mi mano, la mano del emperador . Como te dije, harás mi voluntad, impartirás justicia, pero antes dejarás atrás tu pasado. Yo escribiré tu presente y tú moldearas el futuro, uno al servicio del imperio. Te prepararás para ser la mejor y cuando estés lista, mi niña, entenderás para qué estás aquí y cuál es tu misión en esta galaxia, en estos tiempos del Imperio. 

Ella solo evitaba verlo a los ojos, le temía. Pero, Sidious la obligó a observarlo, necesitaba conectarse con ella. Cuando lo logró, sintió como entraba en su mente, como ingresaba a cada recuerdo y lo destruía, lo hacía añicos. 

Sus padres, su hermano, su hogar, su planeta, iban desapareciendo, los tomaba para él y su mente, su pequeña y frágil mente quedaba sin recuerdo. El rostro de su madre se estiró y quebró en mil pedazos y ya no estaba con ella, la voz que tanto le traía seguridad y confort a su vida fue excluida de su memoria, los momentos más alegres eran borrados. Todo se convirtió en una laguna, un manto oscuro como la misma galaxia, sin colores, sabores, olores, imágenes, sin instantes que atesorar. Los pocos recuerdos que pudo obtener a su corta edad eran historia, y con ello su antigua vida también. 

El dolor parecía insoportable, como si su cerebro se quemara, realmente sentía tener encima un mar de lava. Intentó gritar, pero sus gritos no salían, no tenía voz, abría su boca, su respiración era agitada, no podía moverse, parecía estar congelada en el tiempo, todo lo que hacía era inútil, insuficiente, se sentía débil ante él, parecía que ahora le pertenecía de alguna manera. La elevó, sin dejar de cruzar sus miradas, entonces el dolor pasó de ser intenso a insoportable, experimentaba una terrible sensación como si su cráneo fuera a explotar. Pero Darth Sidious continuó, tal vez entendiendo que resistiría a tal castigo. Entonces, ella instintivamente tomó lo poco que aún le quedaba en su memoria y fue ahí. 

Estaba sentada en el prado, viendo volar una cometa, parecía feliz, a salvo ahí mismo. Todo era tranquilo agradable a la luz del sol, una brisa corría suave entre sus cabellos, sobre su ropa. Y había risas, risas que conocía. Quería quedarse ahí, necesitaba ese recuerdo para no volver a la realidad. Pero, de pronto una enorme tormenta oscureció el prado, la lluvia se hizo intensa, ella estaba sola intentando alcanzar a su familia, pero ellos se alejaban, se perdían entre las nubes, sus rostros eran difusos, sus voces ya no se oían. Estiraba sus pequeñas manos para alcanzarlos, pero el camino hacia ellos era inmenso. Y sintió otra vez el dolor, el dolor de quedarse sin recuerdos. 

Entonces, las manos del emperador parecían apropiarse de cada momento, de aquellas tardes cuando ella y su hermano corrían por unos prados verdes. De las noches que permanecían escondidos por las redadas. Y por supuesto, aquel terrible día cuando observó el miedo en los ojos de su padre mientras se lo llevaban.

- Él es un traidor y como tal será condenado a muerte.- Su madre obstruía su boca, para acallar el horror que sus ojos verdes reflejaban. No quería perderla también, debía evitar que las vieran. Ese recuerdo ya no estaba, sus cuatro años de vida eran ahora nada. 

La aflicción era cada vez más insoportable, se desvaneció. Su cuerpo estaba pálido, su nariz sangraba, sus ojos parecían perdidos y los golpes se acentuaron aún más en su piel. Sufría, por dentro y por fuera. En unas horas todo lo que conocía ya no estaba, no era parte de su existencia. Al parecer está no iba a ser una iluminante experiencia, quizás solo uno de los peores días de su breve existencia.

Mi niña 

Para comenzar con sus planes de convertirla en un arma del imperio, el emperador Palpatine, encierra a la niña, para luego convencerla que es quien quiere protegerla, enseñarle y darle una nueva oportunidad. Ella no recuerda quien es y porque está ahí.

Cuando despertó estaba sola, tenía frío, se encontraba en la oscuridad, en un pequeño cuarto sin ventanas y dentro sólo tenía una manta de piel de wampa, de algún color que no era perceptible sin la luz. El espacio por donde lo tocara era frío. Su manos se deslizaron por la superficie metálica para poder interpretar el espacio, pudo detectar algunas cosas, como un lugar que era más alto donde tenía la manta, algo improvisado para dormir, cuatro paredes heladas y oscuras, seguramente habría un techo, alto que ella no podía alcanzar y luego noto que un espacio similar a una puerta, tenía ranuras de las que aun no entendía su propósito. El sitio era sofocante, el oxígeno escaso y eso la agobiaba. Su cuerpo le dolía mucho, sobretodo su cabeza. 

De pronto esa pequeña ranura que había tocado hace instante en la puerta se abrió, entendiendo su propósito. Algo fue arrojado al suelo, parte de eso quedó en la bandeja y otra cayó, ella se acercó, uso sus manos para palpar el objeto y pudo comprender que era un recipiente de comida. Lo tomó y con sus manos comenzó a llevar a su boca el contenido. No sabía del todo bien, era mohoso, el sabor desconocido y poco agradable al paladar, pero por lo menos calmaba su hambre y pronto su estómago dejó de sonar. También tenía líquido en una pequeña botella para saciar su sed, este era amargo, extraño, al principio tuvo ganas de vomitarlo, pero no lo hizo, lo tragó con rapidez. 

Cuando terminó de comer, puso la bandeja a un costado y agarró con fuerza la botella, sorbió un poco más, para luego dejarla en el lugar donde dormía. Los minutos no pasaban más, entonces decidió, caminar en círculo por el limitado sitio. Buscó con sus manos alguna posibilidad de ser libre en la pared, pero no encontró. Entonces decidió, recostarse. El color de su cárcel no tenía tonos diferentes, era totalmente oscuro a sus ojos, eso le daba miedo. A veces sentía que algo tocaba sus pies y luego huía. Escuchaba sonidos fuera que no distinguía. La desesperación se incrementaba tortuosamente cada instante.

Dentro perdió la noción del tiempo, no recordaba porqué estaba allí, quién era o quien le daba estos alimentos, seguro alguien que quería protegerla, pensó, a pesar de todo lo que le estaba sucediendo había bondad en su corazón. La cabeza otra vez giraba sin control y perdió el conocimiento. Volvió a despertar ya que el frío la invadía, sus pies y sus manos estaban entumecidos, no respondían con normalidad. Y esa voz, esa voz, estaba otra vez en su cabeza. – Mi niña, mi niña…

Todo estaba bajo la penumbra, como si estuviera envuelta en la era de las sombras, como si un juez la hubiese sentenciado a un eterno abismo en la galaxia. Pasaron horas, muchas horas, días también o meses quizás, no tenía idea del tiempo, solo sabía que despertaba, dormía, comía y todo lo correspondiente a la vida habitual y así continuaba con una escasa rutina, en un espacio reducido. 

Disminuyó de peso y la ropa que traía le quedaba holgada. Se encontraba aseada ya que regularmente una lluvia intensa caía en su prisión. Por momentos, también la sofocaban con olas de calor o despertaban con vientos arremolinados. Esto se había convertido en la prueba más difícil que haya atravesado. Entonces, la voz estaba en su mente todo el tiempo, era lo único que parecía familiar, cuando surgía se sentía a salvo y toda esta tortura parecía detenerse, no había lluvia, no la sofocaba el calor, todo era más calmo.

Al pasar un largo tiempo, un día cuando despertó pudo ver que la puerta ya no se encontraba cerrada, estaba abierta de par en par como invitándola a salir de ahí… Pensó unos minutos, antes de tomar la decisión de hacerlo. Salió con cautela, despacio y en silencio. 

- ¿Dónde estoy, qué estoy haciendo aquí?. 

- Mi niña. - Otra vez ese llamado parecía ser lo único conocido. Esa voz era lo único cercano. Tomo fuerzas, aunque se encontraba débil y decidió continuar caminando. 

- Has tomado tú primera decisión de muchas, tendrás que entender, este es el inició de un largo camino a mi lado. Tú me servirás y con ello a la galaxia. 

- Su voz la conozco. ¿Por qué la conozco?. ¿Quién es usted? ¿Quién soy yo? 

- Ya habrá tiempo para eso, sólo tienes que saber, que te salve de una vida miserable y que haré de ti la mejor guerrera para el imperio. 

- ¿Quién eres? - Tú señor. Mi niña, ven a mí. Te estoy esperando, en mi nave. Toma la ropa que está ahí y cámbiate esos harapos. Cruza la puerta. Sigue por el pasillo, escucha mi voz, te indicaré el camino hacia mí.


Entrenando a la mano (parte I)

Después de meses de encierro, Darth Sidiuos decide continuar con su plan de entrenar a su mano. Traslada a la niña a otro lugar para iniciar un plan macabro que le dará una nueva arma con cara de ángel, pero letal. 

Tal como él dijo, ella por algún motivo le obedeció. Uso la ropa que le había dejado, un pantalón largo, una remera, unas botas pequeñas, un abrigo, una especie de capa. Todo tenía el mismo color, un negro intenso. Luego cruzó la puerta siguiendo la voz, fue por el pasillo, hasta encontrar la salida. Ahí lo vio, parado, rodeado de guardias carmesí, esperando por ella, al parecer. 

Por algún motivo, a pesar de su aspecto temerario, la niña no se tenía miedo, ni furia, no había en ella angustia de algún tipo. Le parecía extraño, que sólo quisiera hacer lo que la voz en su mente le indicará. Hace un instante podía escucharlo, aunque no estaba ante su presencia, era toda una incógnita, pero a la vez era la única realidad que conocía. Estuvo con ella en estos días o quizás siempre, haciéndole saber que no estaba sola, que aquí tenía a su señor, su protector y guía. 

No entendía bien lo que estaba sucediendo, pero necesitaba averiguarlo, por eso lo acompaño, subió a su nave, sin que nadie la obligara. Ya en ella, él le habló con calma.

- Tu no tenías nada en esta galaxia, pero mi piedad es infinita, mi niña. Yo te di otra oportunidad y deberás demostrar que la mereces. Hay muchos niños sin hogar que querrían tener un lugar a mi lado, pero eres especial, yo te elegí, para enseñarte a ser fuerte, hábil, poderosa. ¿Estas dispuesta afrontar tal desafío? 

Ella sólo asintió con la cabeza, no estaba segura de nada, pero sentía la necesidad de seguirlo, de aceptar el desafío. 


- ¿Dónde vamos?

 - Dónde vamos, mi señor. Así te referirás a mí. Anda, dilo. 

- ¿Dónde vamos, mi señor?

 - A tu hogar, donde vivirás de hora en más, donde entrenaras conmigo. No viajaron mucho, solo unos cuantos minutos antes de que la nave aterrizara. Él le tomo la mano, la condujo desde el puente de mando, por cubierta hasta la puerta de embarque. 

- Ve, aquí estarás a salvo. 

- ¿Estaré sola?, no quiero estar sola. ¿Vendrá conmigo mi señor? 

- Nunca estarás solo mi niña, yo estaré contigo hija mía. Vendré pronto.

Descendió de la nave, él no la siguió. Volvió por donde la condujo y desapareció de su vista. La niña de los cabellos de lava sintió tristeza al verlo partir, una tristeza que no comprendía. Sin embargo, continuó caminando, por bahía de aterrizaje donde la nave del emperador la había dejado. En frente tenía una puerta, la cual se abrió ante su presencia. Ingreso y continuó sin detenerse. Hasta que encontró una habitación, era tarde y estaba exhausta. Se recostó encima de la cama y quedo rendida.


Entrenando a la mano (parte II)

Su primer día de entrenamiento fue agotador y doloroso. Su nuevo entrenador en batallas le enseña de la manera más dura posible y ella termina inconsciente por más que intentó con todo su ser defenderse.

De pronto despertó. Algo la había sacado de la cama con brusquedad. Se puso de pie y pudo observar a alguien parado en la puerta, no podía ver su rostro, estaba cubierto, además llevaba una túnica negra, larga y pesada al parecer, algo con lo que ella no podría caminar por más que lo intentara. 

- Muévete, es hora de comenzar con tu entrenamiento. Todos los días te levantarás a las 4 am. ¿Me estás escuchando? 

- Sí. 

- Sí, señor. 

- ¿Qué esperas ahí parada?

- ¿Qué debo hacer entonces? 

- No me agrada tú actitud, tendrás que hacer algo con ella si quieres que esto no sea un infierno para ti. La rebeldía no es para servidores del imperio. Serás ordenada, puntual y descansarás, comerás, respirarás cuando te diga que lo hagas. Ahora muévete antes de que vaya por ti y yo mismo me encargue de ello.

Sin demora, lo siguió hasta una enorme sala, donde se encontraba un guardia imperial, observándola. La llamó con su mano, en ese momento no le habló. Ella se acercó y él le dio un sable de entrenamiento.

- Tómalo,,- dijo.

- ¿Qué es esto, señor? 

- Un sable de entrenamiento, con el combatirás contra a mí.

- ¿Combatir? ¿Contra usted? 

- Sostenlo con firmeza y ataca. 

- ¿Atacar?, no entiendo. 

- ¿Que no entiendes?, debes golpearme, hazlo ahora, sino iré por ti en este instante.  

Ella lo intentó, lo tomó con ambas manos temblorosas, posó una sobre la otra y lo agarró con la fuerza que podía. El sable de entrenamiento se elevó hasta la altura media de su cuerpo y esperó a que él le indicará. 

- Ataca. Muéstrame lo que puedes hacer. Muéstrame de lo que eres capaz. 

Se quedó quieta en la misma posición. Debía reaccionar, porque de algún modo entendía que sería golpeada sin piedad. Pero su mente ordenaba cosas que su cuerpo no estaba dispuesto hacer. Y se quedó inmóvil. Ella intentaba ser como un vornskrs en busca de una presa, pero parecía más un cachorro de vornskrs sin cola, una mascota, uno que no cazaba de noche, o utilizaba su cola como un látigo venenoso para atontar a quienes pretendía capturar. Era una niña herida, débil, con miedo, hambre y sin saber cómo defenderse. 

Al ver que la niña no tomó la iniciativa, él lo hizo. Fue hacia ella, lanzó un golpe con su sable y ella instintivamente colocó su arma de entrenamiento donde iba dirigido el golpe, pero su mano se venció con facilidad y golpeó su hombro derecho, eso la hizo llorar, entonces él siguió atacando, los golpes fueron hacía sus costillas, brazos, piernas, incluso su cabeza.  

- Tienes que aprender a defenderte. Deja de llorar. Tienes que anticipar los golpes o terminarás todos los días de entrenamiento en una cápsula médica. 

Ella secó sus lágrimas con su brazo y se puso en posición defensiva. 

- Defiéndete y ataca. Aprende los movimientos de tu oponente. Estudia mis ataques. ¿Dime por qué te vencí una y otra vez?

- Porque, no puedo ganarle. No puedo derrotarlo, usted es más fuerte, más grande y más poderoso. 

- No me puedes derrotar porque la derrota está en tu mente. Antes que ni siquiera lo intentes, ya estás pensando en que no ganaras. La derrota es tuya y, por ende, no puedo tomar esto como una victoria, hasta que te conviertas en un digno oponente. Ahora eres solo basura, débil y maleable basura. 

- Estoy cansada, dolorida y tengo miedo.

- No es mi problema, tus excusas son solo eso y no me interesan, tienes que prepararte para controlar tus miedos. Debes aprender a no sentir cansancio, dolor, hambre, sed. Sólo tienes que concentrarte en sobrevivir y ser la mejor haciéndolo. No me hagas perder el tiempo.

Ella siguió intentando ganar una y otra vez, aunque sea poder darle un golpe, pero le fue imposible. Estaba tan cansada, sentía que su mente ya no daba más, sus piernas no le respondían, sus reflejos ya no existían, entonces sintió un golpe en su cabeza y todo se oscureció, un poco de sangre comenzó a brotar donde nacía el impacto y se desplomó en el suelo.


Entrenando a la mano (parte III)

Después de bastante tiempo, la niña volvió a ver a su benefactor. Él le mostro con un acto despiadado lo poderosa que podría ser algun día si seguía su guía y se entrenaba a diario. Ella observo su lado cruel y eso le dió dos propositos, temerle y servirle. Así se convertiría en Mara Jade, LA MANO DEL EMPERADOR.

Cuando despertó, lo hizo en su cuarto, no sabía cuánto tiempo llevaba inconsciente y lo último que recordaba era un terrible golpe en su cráneo. En ese instante se sentía mejor, bastante mejor y con mucha hambre. Quizás había descansado un par de días. Tenía una venda médicas en una de sus manos, con una leva marca de sangre y una en su frente, un ligero dolor en las costillas, seguramente algún recuerdo de la paliza. 

No pasaron muchos minutos, hasta que él volvió para buscarla, tal vez era hora de soportar un nuevo entrenamiento, eso no la puso contenta, pero se levantó, tomó su ropa y esperó parada al lado de su cama la siguiente orden. Sin embargo, sólo le dejó en una mesa la bandeja con comida y un vaso con una bebida dulce que no le gustaba demasiado.

- Tienes diez minutos para comer y luego seguirás con tu entrenamiento. -Al parecer el día comenzaría con una agotadora rutina que la dejaría inconsciente otra vez. 

Ya en el sitio, él le indicó que corriera por un circuito preparado para entrenar. No solo corrió, saltó, trepó, se sumergió al agua, todo como podía, con su escasa fuerza física, pero con un espíritu fuerte y decidido. Sentía sus pulmones expandirse y contraerse con rapidez, respiraba con dificultad, transpiraba, sus manos y piernas estaban raspados y adornados con enormes moretones. 

Acción, adrenalina y mente fría. – Dijo el verdugo, esas palabras son las que debes grabar y podrás hacerlo sin dolor, sin miedo o sin indecisión. 
Luego, le ordenó beber algo y por fin después de horas tuvo unos minutos para sentarse y descansar. Además comió nutrientes adecuados para el entrenamiento, aunque parecía insuficiente, lo devoró con prisa. Tenía hambre, tenía sed, quería estar en su cuarto o en cualquier otro lado menos aquí. 

Los días continuaron siendo monotamente dolorosos, extenuante y el tanque de bacta parecía ser su mejor amigo. 

El tiempo de descanso era escaso cada vez que la rutina comenzaba al alba, pero debía que continuar y así lo hizo, preguntandose cuando volvería a ver a su maestro, su señor.

Un día, mientras combatía con su oponente habitual y había conseguido mejorar en esa arte, escucho la voz que siempre traía calma a sus días tormentosos. 

- Mi niña, veo que estás aprendiendo y pronto verás lo poderosa que puedes ser. 

- Mi señor.- Dijo, con nostalgía mientras sus ojos se humedecían. 

- Bien, ven aquí, deja eso un rato. Quiero mostrarte algo. Verás cuán poderoso es tu señor y con ello sabrás cuán poderosa será tú, mi mano.

Los dos caminaron juntos hacía el cuarto más grande, similar a  donde ella combatía cada día desde que llegó con uno de los guardias del emperador, un ser alto, fuerte, ágil y bien entrenado.  Ella y el emperador permanecieron en silencio mientras llegaban al sitio. Pero, se conectaban en sus mentes. Palpanine le susurraba casi tenuemente, o algo así es como se sentía. 

- Verás como la fuerza puede hacer de un gran oponente un simple adversario, fácil de acabar, fácil de extinguir. 

- ¿Cómo es eso posible, mi señor?

- Ya lo verás mi impaciente niña. 

Los guardias reales trajeron a alguien ante él. Le dieron una de sus lanzas y le dijeron que tenía la oportunidad de sobrevivir, pero para ellos debía tomar la vida del emperador. El Twi´lek parecía confuso, no entendía bien cuál era el trato o porque ofrecían asesinar al gobernante supremo de la galaxia. Sin embargo sentía que era su deber hacerlo, quizás con ellos acabaría toda esta miseria creada por el imperio de Palpatine. 

Agarró la lanza con firmeza, y corrió con todas sus fuerzas hacia su objetivo. 

- Observa con atención, un traidor debe ser acabado con toda dureza. - Decía eso mientras esquivaba cada intento de su atacante.

- Tienes que ser implacable mi niña. - Entonces levanto su mano y lo elevo. - Ante ellos no hay piedad. - Lo arrojó con dureza. 

- Se atreven a desafiar a tu emperador e intentan acabar con el orden y la prosperidad que he construido en estos años después de acabar con la inefable república y sus guardianes, los jedi.

- ¿Jedi? 

- Olvídate de ellos, son el pasado. 

- El twi´lek se levantó y fue así Sidious intentando clavar la lanza en el vil y despreciable ser que había acabado con la paz y prosperidad, pero fue inútil, esquivo cada uno de sus movimientos.

- Observa como me anticipo a su ataque, nada me sorprende, se lo que hará antes que él lo sepa. Porque el lado oscuro de la fuerza que hay en mí me da la información necesaria para anticiparme. 

Ella miró con asombro todos los movimientos de su señor, se veía claramente que sabía que iba a suceder antes de que si quiera lo intentara su oponente. Era azotado contra el suelo con brusquedad y sus daños eran cada vez más evidentes, sangraba haciendo que sus arapos de tiñeran de rojo. El emperador parecía disfrutarlo, sus carcajadas era el único sonido que emitía en voz alta, lo demás sólo lo compartía en la conexión con la pequeña. 

Los pocos espectadores vieron como pequeños contenedores se movían en el aire y golpeaban al sujeto que peleaba por su vida. Hasta que el Sidious se aburrió y lo levitó hacia él para luego sacar su sable de luz y cortarlo en dos pedazos, la ropa y piel de la víctima se incendieron levemente, el efecto de sublimación y vaporación hizo que aquellos pedazos de carne que fueron alcanzados por el impacto, salieran como si hubiesen estallado a varios puntos cercanos, incluso uno tocó la cara pasmada de la niña. El cuerpo cayó en el frió suelo, pero la sangre no surgió a borbotones, parte parecía cauterizad, solo un olor fuerte a carne quemada se instaló en el ambiente.

La niña quedó sorprendida, no podía creer lo que estaban observando. Por dentro arremolinaban muchas sensaciones, temor, asombro por el arma con que lo cortó, pena por esa ser que tuvo que enfrentar a su maestro.  

- Llévense esta escoria de aquí. - Dijo en voz alta.

- Ven a mi lado. Lo replicó casi con estima. 

Ella no sabía qué hacer. Pero a pesar de lo que acababa de acontecer, no podía desobedecer a su señor. Así que se acercó y él la tomó del rostro, como aquella vez cuando borró su memoria. Entonces fijo los ojos en ella. 

- Veo que hay pena en ti. No debes sentir simpatía por traidores como él, me entiendes. O, quizás… ¿Tú también eres una traidora?

- No, no. No lo soy, mi señor. – Se arrodillo cerca de sus pies como implorando perdón. 

- Levántate, no debes suplicar. Eso deberá cambiar. Pensándolo bien, solo conmigo. Soy tu benefactor, todo lo que tienes aquí es por mí. Tienes un techo, tienes comida y te estas entrenando para ser una servidora del imperio. ¿No entiendes aún la grandeza de tu actual posición?

- Sí, mi señor, lo entiendo. 

- Lo entenderás, como también aprenderás a usarlo. – Sacó de su sitió su sable de luz, el cual prácticamente ya no usaba. Era hermoso, metálicos con acabados cobrizos y dorados. Cuando lo encendía tenía un rojo intenso que era atrapante. Ella no pudo evitar clavar sus ojos como si algo la llamara. 

- ¿Qué es mi señor?- dijo sin temor aparente. 

- ¿Un sable de luz, hija?

- Un sable de luz. 

- Como verás es un arma excepcional, no hay arma más poderosa en la galaxia que esta. La de los Sith. 

- ¿Qué son los Sith mi señor?

- Ya tendrás oportunidad de conocer a mi aprendiz, Darth Vader, pero aún no. Por ahora, mi visita ha concluido. 

- Otra vez se irá mi señor.- expreso afligida. 

- Así es, volveré pronto, tienes que aprender a usar la fuerza. Pero lo harás como una herramienta más. Pelearas con ella de tu lado, podrás hacer cosas como las que viste hoy. Serás implacable si ella es tu aleada. 

La niña de cabellos de lava no entendió aquel día cuál sería su misión en la galaxia. No comprendió lo complejo que sería ese vínculo con su señor. Tan poco sabía cuan vital sería ella como MANO DEL EMPERADOR y que en realidad desde que subió a aquella nave se convertiría en un arma más para el Imperio, una leal servidora. Asesinaría, investigaría, robaría, mentiría y cambiaría cientos de veces su nombre, el nombre que su emperador le daría con el tiempo, Mara Jade , solo para complacer a quien, desde ese momento, de algún modo era su única familia. 

 

FIN

Comentarios

Entradas populares de este blog

La verdad como un faro de luz

FANFIC: Nuestro Hogar Secreto

CANONIZANDO LA GALAXIA: Star Wars: La Alta República,Camino de Engaño